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Un París de película

Cuando hace justo un mes que llegué de mi pequeña visita por París, he tenido a bien ponerme con una recomedación cinematográfica que me habían hecho varias personas. Se trata de 'Midnight in Paris'. Sí, el señor Woody Allen de nuevo.

Lo cierto es que ya empecé a visionarla la semana pasada. El resultado no fue el mejor, a los 20 minutos me quedé dormido. Intenté combatir al máximo con Morfeo, pero éste me asestó un golpe mortal.

Por eso, hoy, descansado, relajado y con todos los "ados" encima, me he puesto a verla. Debo reconocer que me ha gustado. Es más, me ha parecido chistosa. Y punto. Tampoco vayamos a creer que es la mejor película de Allen, o siquiera de sus mejores. Lo que si tiene, no me puedo engañar, es ese toque de "soñador iluso" que tanto me encanta. Para no desvelar a ninguno de los cientos de personas que pasan por aquí ningún detalle de la película, lo único que observo es que es un poco falsa.

Es decir, París NUNCA tiene una sola calle sin gente. Sin alguien que te venda algo, te quiera regalar cualquier cosa, o pretenda hacerse con tus bienes personales (vamos, robar). Por eso, el París dibujado en la película es onírico, de sueños.

Calles bohemias, tranquilas, en las que dar un paseo es una experiencia vital... El París que solo existe en los sueños, o en las melodías de canciones que serán siempre eternas.

París: una ciudad, mil caras

De regreso a la frenética actividad en el mundo de los humanos, el viaje a París se puede calificar de altamente interesante y gratificante. Una ciudad grande, bonita, de contrastes interminables, vieja, romántica, misteriosa...

Sin duda, París es una ciudad de esas que merece la pena visitar. Está cerca, pasar cuatro o cinco días es, más o menos, asequible, no deja indiferente a nadie, y hay actividades para todos los gustos y colores. Por todo eso, se trata de una recomendación muy seria.

En cuanto a lo que es el propio París... pues ya lo he dicho, creo que la definen los contrastes. Por un lado tenemos la ciudad monumental, la de las grandes avenidas, los arcos con sus triunfos, el Louvre, etc, etc... pero justo debajo, o al lado, tenemos un Metro horrible, sucio y que se cae a pedazos, guetos con vida propia, y una pequeña delincuencia dejada de la mano de dios en los lugares más turísticos.

Así es París, un lugar para contemplar, a la vez, una estampa de belleza descomunal, como es el Torre Eiffel de noche, y justo a 50 metros un grupo de pequeños diablos robando a japoneses.

Pero al margen de un Metro que no me ha gustado nada, y que sea una ciudad con más turistas que parisinos; la ciudad de la luz, el amor y varias soflamas cursis más, es sin duda un lugar mágico, encantador y que bien merece la pena dejarse perder por sus calles. París es única. No hay otra ciudad igual. A monumental no le gana nadie, excepto la Roma clásica. Pero París tiene otro misticismo, el de sus calles, los adoquinados, la historia moderna a sus pies...

París, espérame

Hoy cierro el Blog durante unos días. Espero que los poco más de 50 gatos que pasan por aquí a la semana sepan perdonar mi ausencia, pero los placeres terrenales reclaman mi atención, y me debo a ellos.

El próximo destino es París. Nunca he estado, y es de esas ciudades que siempre han reclamado mi atención, al igual que me pasa con Nueva York, Buenos Aires, Tokio, Roma y Londres. De todas esas ya tengo la 'x' puesta en Roma, ahora se la pondremos a París, así que "solo" quedarán cuatro.

El París que me espero encontrar es el de mi cabeza, el de 'Amelie', el de 'Antes del atardecer' y otras tantas... El París bohemio, el de un tipo sentado en una terraza tomando un café y leyendo algo de Marcel Proust o Balzac...

Aunque seguramente el París que vea sea más real, con inmigrantes, trabajadores, turistas ruidosos. A fin de cuentas, qué poder tiene la imaginación.

Con todo esto me despido hasta la semana que viene.

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