Últimamente, cuando los cimentadores de la información económica española tenemos nuestra "hora de la comida", hay varios chascarrillos recurrentes y sobre los que damos vuelta sobre vuelta.
La pareja idílica de Iker Casillas y Sara Carbonero, las sempiternas quejas sobre los jefes y el estado de salud del Rey don Juan Carlos. Tanto es así, que en la última "hora de la comida" hemos hecho una breve y fallida radiografía de sus pasos a lo largo de la historia. Digo fallida porque una vez más se demuestra que los planes de estudio del bachillerato con respecto a la historia de España dejan bastante que desear.
Ante esas dudas y mi propia inocencia sobre el tema, he decidido poner fin a ese velo de ignorancia y he ido cual alma poseida por el diablo a la la biblioteca municipal más cercana a mi casa. Una vez allí me he dirigido sin remisión alguna a la sección de biografías y he pescado la más "gorda" que había. No con la esperanza de que guarde más datos de los necesarios para desembarrar mi ignorancia, sino porque el ejecutor de tamaña obra era Paul Preston; 'Juan Carlos: el Rey de un pueblo', y no sé por qué tengo una gran admiración hacia ese hombre.
Así pues, con este armatoste más pesado que una burra en brazos, me he ido de la biblioteca feliz y con la responsabilidad de enmendar los errores de la política educativa de este país a base de una lectura ponzoñosa en los amaneceres del Metro de Madrid.
La pareja idílica de Iker Casillas y Sara Carbonero, las sempiternas quejas sobre los jefes y el estado de salud del Rey don Juan Carlos. Tanto es así, que en la última "hora de la comida" hemos hecho una breve y fallida radiografía de sus pasos a lo largo de la historia. Digo fallida porque una vez más se demuestra que los planes de estudio del bachillerato con respecto a la historia de España dejan bastante que desear.
Ante esas dudas y mi propia inocencia sobre el tema, he decidido poner fin a ese velo de ignorancia y he ido cual alma poseida por el diablo a la la biblioteca municipal más cercana a mi casa. Una vez allí me he dirigido sin remisión alguna a la sección de biografías y he pescado la más "gorda" que había. No con la esperanza de que guarde más datos de los necesarios para desembarrar mi ignorancia, sino porque el ejecutor de tamaña obra era Paul Preston; 'Juan Carlos: el Rey de un pueblo', y no sé por qué tengo una gran admiración hacia ese hombre.
Así pues, con este armatoste más pesado que una burra en brazos, me he ido de la biblioteca feliz y con la responsabilidad de enmendar los errores de la política educativa de este país a base de una lectura ponzoñosa en los amaneceres del Metro de Madrid.
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