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Si no es por no leer

las ratas miguel delibes

(12 / mar / 2015) - Tengo los bajos masculinos duros como el cemento. Lo admito. Sin pudor alguno, y con portátil en mano, me atrevo a escribir un post recomendando leer los grandes clásicos de la literatura española. Ahora bien, mis manos no han acariciado "uno de esos", y menos abierto, si no ha sido por necesidad académica o argucias para acercarse a mujer lectora.

Despropósitos para 2014


Se cierra un año, otro ya asoma, y ha llegado la hora de hacer balance y enmiendas para los nuevos 365 días que vienen. ¿Por qué de forma pública y visible en Internet y no como un ejercicio de introspección? Pues sinceramente, llevo con este Blog abierto desde el verano de 2010, y antes tuve otros, tanto de carácter personal, como de índole algo más profesional. Siempre abiertos, dialogantes, y dispuestos a mostrar lo que soy.

Muy buena pinta

Hace muy poquitos días hablaba por este soñoliento lugar sobre las lecturas que debía cumplir para este 2011. En el mismo texto, y jugando a ser adivino, presagié un par de libros más, como así ha sido.

Ahora, cuando me he quedado sin ningún libro entre las manos ha llegado la hora de elegir: ese elenco de ensayos sobre política y tecnologías 2.0 o un par de novelas cuyos autores son bastante "serios".

La decisión ha sido dura, difícil y complicada. Supongo que el estado de ánimo, las ganas o no de cambiar de tercio y que las dos novelas hayan sido regalos, me ha valido para tomar una decisión final: 'Riña de gatos' de Eduardo Mendoza.

De momento, y tras poco más de 20 páginas, estoy en disposición de asegurar que se trata de un buen libro. Una lectura que me gustará y a la que sabré sacar todo el jugo que el gran Mendoza se merece. Con este autor no es la primera vez que me enfrento, puesto que ya he leído 'El misterio de la cripta embrujada' y 'La aventura del tocador de señoras', libro éste que recomiendo encarecidamente.

Hay un refrán bastante racista que dice que "los gitanos no quieren buenos principios para sus hijos", pero en este caso, a mí me ha valido un inicio de calidad inagotable para quedarme total y absolutamente enganchado.

Una de apropiaciones

Ayer nos enterábamos que después de 20 años el premio Nobel de Literatura volvería a reposar en la casa de un escritor cuya herramienta de trabajo es la lengua castellana.

Y, curiosamente, desde entonces todo el mundo ha intentado apropiarse de la figura de Mario Vargas Llosa como propia.

A mí, personalmente, me parece un ejercicio de patetismo muy propio de nuestros días. Desde primera hora de ayer emergió la derecha liberal reivindicando al escritor nacido en Perú como hijo de España y claro pensador liberal. Mientras, la izquieda progresista hablaba de su defensa de la democracia y su nulo apego hacia las ideas religiosas. También estaban los casposos que sacaban pecho por la defensa que había realizado el escritor sobre la lengua española; así tenían arma que arrojar y gritaban a los cuatro vientos que un peruano defendiese a España y el español de esa manera.

Como ya digo, patético.

Me resulta hasta ridículo, casi más, o tanto, como cuando hay elecciones y todos ganan. Bien es cierto que ayer ganamos todos. Los que gustamos de la literatura, los que defendemos las ideas demócratas, en definitiva, los que vivimos abrazados a la cultura con el fin último de salvar nuestros pobres pensamientos. Pero de ahí a realizar semejante ejercicio de estupidez diciendo "éste es de los míos", hay un paso que no se debería dar.

Lo de ayer no es más que la punta de un iceberg que cada día asoma con una relativa peligrosidad. Cantantes, actores, escritores... todo vale para que las ideologías expongan sus banderas y saquen pecho por los triunfos ajenos obtenidos.

No recrimino a quien líbremente exprese sus ideas, marque sus tendencias o diga que vota a fulanito, pero el que no lo hace, no intenten ponerle la chapa del partido, por favor.

Correspondencia y configuraciones

Después de la magnífica lectura que ha supuesto 'El retrato de Dorian Gray', pese a que no lo he finalizado -ya explicaré mi extraño gusto/fobia a dejar los libros sin acabar-, hoy me he embarcado en un nuevo texto: 'Correspondencia a la generación del 27'.

Se trata de un libro que recoje la correspondencia que tuvo Vicente Aleixandre con sus compañeros y amigos de la 'Generación del 27', o como bien aproxima la introducción, el 'Grupo poético del 27'.

De momento, lo que ha suscitado el libro en mí es una paranoia escriptoria en modo epistolar que sumado a una mañana tranquila ha sido el motivo para zafarme cuan escritor del '27' en un regusto de correspondencia que me ha llevado a recordar que nuestros recuerdos son la parte principal de nuestra configuración como personas. Por eso, nada mejor que mantener la relación, aunque sea vía electrónica, con las personas que han hecho que la vida de este pobre blogger y aprendiz de periodista haya sido mejor.

Vivir o no del recuerdo es algo que siempre planea en su lucha con el "Carpe diem". Una lucha desigual que viene marcada por el momento, por lo que somos y seremos. Es evidente que el presente es lo único que vivimos, y el futuro será el lugar donde pasaremos el resto de nuestra vida, pero, ¿y el pasado?

Hay quien dice que vivir anclado al pasado es un lastre a superar. También se dice, en tono negativo, que las personas que viven del pasado es porque no creen en su presente. Bueno, personalmente no me posiciono, es decir, quiero vivir el presente, vivo el presente y miro hacia el futuro, pero una cuestión está clara, lo que soy lo debo a los recuerdos que tengo.

Supongo que la mezcla ideal debe ser vivir de los recuerdos actuando en el futuro.

De finales y principios

Hace algún tiempo, bueno, en realidad mucho tiempo, un profesor del Instituto nos habló sobre el avance en espiral ascendente del progreso histórico. Sí, yo en su momento tampoco lo entendí, pero en el fondo es sencillo, asimilable y lo mejor, real.

Lo que viene a explicar esa teoría es que todo avance se produce cuando la sociedad tiene una regresión a un punto primigenio para seguir avanzando, pero con los valores ya adquiridos en la precedente evolución. Es decir, cada avance significa volver a unos modos y costumbres anteriores que desembocarán en algo nuevo.

¿Y esta monserga para qué?, pues entre otras cosas para quien la quiera leer. Pero el asunto que me trae (de nuevo personal) es que he cambiado de libro de lectura y serie que "compartir" por Internet.

Empecemos por los temas librarios. Hace unos días ensamblé mi escudo bornónico y me puse a leer una biografía del monarca Juan Carlos I. Lo hice porque intuyo que no le quedan muchos veranos en Mallorca (que nadie piense mal, a lo mejor se va a Benidorm), pero bueno, le voy dar tregua, así que lo dejaré para más adelante. No obstante, me ha dado tiempo a leer un cuarto de libro, más o menos hasta que tenía unos 10 años.

¿Y ahora? Pues a mis manos ha caído 'El retrato de Dorian Gray', escrito por un personaje de esos de aupa. Espero mucho de este texto, aunque también lo hice de '1984' y el palo fue grueso. En fin, si no hay contratiempos de ningún tipo (quién sabe lo que suecede en agosto), veremos qué tal.

En cuanto a las series compartidas a través de Internet, pues ayer mismo acabé con 'The Big Bang Theory'... sinceramente, muy recomedable, vamos, áltamente recomendable, y más para este tiempo caluroso. Es corta pero intensa (20 minutos por capítulo), inteligente y divertida, vamos, cualidades que se podría pedir a una mujer.

¿Y ahora? Creo que me voy a adentrar en el mundo 'The wire'. Por lo poco que sé de ella, no es fresca ni ligera, pero bueno, entretener a las neuronas con algo contundente tampoco viene mal.

La lectura del verano

Últimamente, cuando los cimentadores de la información económica española tenemos nuestra "hora de la comida", hay varios chascarrillos recurrentes y sobre los que damos vuelta sobre vuelta.

La pareja idílica de Iker Casillas y Sara Carbonero, las sempiternas quejas sobre los jefes y el estado de salud del Rey don Juan Carlos. Tanto es así, que en la última "hora de la comida" hemos hecho una breve y fallida radiografía de sus pasos a lo largo de la historia. Digo fallida porque una vez más se demuestra que los planes de estudio del bachillerato con respecto a la historia de España dejan bastante que desear.

Ante esas dudas y mi propia inocencia sobre el tema, he decidido poner fin a ese velo de ignorancia y he ido cual alma poseida por el diablo a la la biblioteca municipal más cercana a mi casa. Una vez allí me he dirigido sin remisión alguna a la sección de biografías y he pescado la más "gorda" que había. No con la esperanza de que guarde más datos de los necesarios para desembarrar mi ignorancia, sino porque el ejecutor de tamaña obra era Paul Preston; 'Juan Carlos: el Rey de un pueblo', y no sé por qué tengo una gran admiración hacia ese hombre.

Así pues, con este armatoste más pesado que una burra en brazos, me he ido de la biblioteca feliz y con la responsabilidad de enmendar los errores de la política educativa de este país a base de una lectura ponzoñosa en los amaneceres del Metro de Madrid.
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