Gente, lugares y momentos


(2 / may / 2017) - Desde hace unos meses vivo agobiado. A caballo entre la obligación y una absurda devoción, estoy instalado en un bucle constante de trabajo, trabajo y trabajo. Creo, todo sea por tirar balones fuera, que el entorno en el que me muevo también está igual. Eso exagera, más aún, esta dinámica tramposa que no tiene fin.

Por eso, desconectar tres días, viajar, conocer gente nueva y humedecer la boca con algo de vino se convierte en extraño. Inusual, casi prohibido. Pero al final uno se da cuenta de que valen más tres días de buena farra que tres meses de buen trabajo. Y quizá, se trata de hacer lo segundo por obligación, para conseguir lo primero por placer. El problema, observo, es que cada día más gente vende el trabajo como algo bueno, positivo, un lugar en el que -ya que estamos- hay que disfrutar. Por eso se busca gasolina laboral: en forma de adulación en la redes sociales, visibilidad, falso reconocimiento, autoestima, piques con otros compañeros-rivales... todo muy extraño.

Así, después de tres días sometido a los rigores de una boda larga en el corazón de Asturias, con un puñado de gente, buena gente; cachopos, sidra y risas, todo se toma con otra perspectiva. Y la práctica me ha dado la razón.

Justo un momento antes de partir, por esa devoción profesional, bichee en las redes sociales. Como siempre, un poco de mala baba, "ojo con esto", "oye tú que no me has citado", etc. Todo eso un sábado a las 9.00h de la mañana. Tres días después, en pleno puente de fiesta, hice lo mismo en mi regreso. Ahora eran las 23.00h. Todo seguía exacta y absurdamente igual: "ojo con esto", "oye tú que no me has citado", "yo la tengo más larga", etc.

Ante este panorama, mi conclusión empieza a ser muy clara: nos estamos volviendo gilipollas. Cada vez andamos más sumergidos en rutinas estúpidas que nos alejan de la gente, en vez de otorgar valor a lo que realmente merece la pena. Al menos así lo he sentido estos días.

Risas, bromas absurdas, chistes malos (algunos buenos); gente con la que compartir temas de trabajo, a ser posible quejas y lamentos; fotos, paridas; vino, comida... Todo eso mezclado con nuevas caras que añadir a Facebook, personas con las que vale la pena pasar un rato. Otros a los que ya conocías pero redescubres. Momentos para el recuerdo. Quizá los momentos que de verdad deberían obsesionarnos.

Al final, supongo que como en todo viaje, hay que venirse con unas cuantas lecciones vitales aprendidas. De Asturias me traigo la obligación de volver a poner a las personas y los momentos por delante de todo. Cada vez estoy más convencido de que hacer lo contrario es una equivocación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Designed By Blogger Templates