Como cada año por estas fechas, y como si de una revisión del dentista se tratase, llega el incómodo y doloroso 'Informe de la APM' sobre la profesión periodística. Incómodo porque pone en evidencia todo lo que se sigue haciendo mal y nadie se atreve a cambiar, y doloroso porque año tras año, y ya van unos cuantos, esa “profesión periodística” está más de capa caída que nunca, si es que eso se puede.
Pero el tema que quiero centrar en este post no tiene tanto que ver con el periodismo de hoy, sino con el del futuro, y concretamente con quienes tendrán que ejercerlo, si es que todo sigue en pie. El otro día, tras la presentación de dicho Informe, y en los interesantes debates tuiteros que se plantean en paralelo, pude leer un hilo muy afortunado sobre la necesidad de que cada año en España se gradúen en las facultades de Periodismo más de 2.000 futuros profesionales cuando el mercado se ve incapaz de absorber ni siquiera a un centenar en condiciones laborales dignas.
Hago ese último matiz porque de un tiempo a esta parte el periodismo, y también ciertas áreas de la comunicación, tienen una importante distinción entre los que trabajan y los que malviven. Por eso quiero concretar la importancia de que los puestos de trabajo sean dignos, remunerados y realmente periodísticos. Aunque también sobre esto último habría que hacer un debate a parte, pero eso queda para otro momento.
La pregunta es: ¿debería seguir el Estado invirtiendo dinero público en la formación de profesionales que no tendrán inserción en el mercado laboral? Si cogemos el Informe de la APM, extraemos la cifra de periodistas parados que hay en estos momentos, y la necesidad que habrá de ellos en los próximos 15 o 20 años, parece que con el stock que hay en estos momentos cunde más que de sobra.
Así pues, haciendo un silogismo muy correcto, yo me pregunto, si tengo una fábrica de coches en la que saco al mercado cada año 5.000 vehículos, pero solo vendo 2.500, por la coyuntura, la crisis, o lo que Dios quiera, y eso lo sigo haciendo año tras años, ¿no sería más lógico que solo sacara al mercado los 2.500 que sé que voy a vender para ahorrar costes innecesarios?
De acuerdo, mercantilizar a las personas “no es bien”, pero no sigamos jugando al disparate de la hipocresía social. ¿Hay salida laboral para más de 2.000 periodistas al año? No. Pues ya está, no hay más preguntas Señoría. ¿Cómo se puede defender la Educación Pública en ciertos ámbitos, concretamente el universitario, si se está mandando un mensaje de antemano diciendo que no vale para nada? Y que nadie saque el juego de la formación, la calidad conceptual y cultural del individuo, etc., porque eso no es la Universidad, y si lo es, se ha demostrado que tampoco vale para nada.
VALLAS AL CAMPO
En este debate tuitero que mencionaba anteriormente se proponían a vuelapluma algunas soluciones: notas de corte más alta, disminución de plazas, mayor coste en la matrícula… Personalmente no lo sé, y tampoco me paga nadie para resolver estas cuestiones, pero sí tengo detectado el problema, y es que no pueden graduarse en España cada años más de 2.000 periodistas. De ninguna de las maneras.
De entre esas soluciones, por desgracia, ninguna me parece correcta. Bueno, la de reducir plazas sí, pero habría que encontrar el modo de hacerlo. Vía nota de corte no sirve. Yo me he encontrado en mi vida universitaria con notas de corte muy altas que no sabían atarse los cordones, luego esa no es una solución. Y la reducción vía mayor coste de matrícula, pese a que es la idea del Gobierno, tampoco, porque en el camino puedes dejarte a profesionales muy buenos.
Vale, en esta parte del texto llevo más de 600 palabras y no he aportado ninguna solución, pero como digo, sé lo que no se puede seguir haciendo. Una vez llegados a este punto, al que al menos he llegado, cosa que otros no han hecho, pues habrá que intentar buscar una solución, porque la idea de generar parados altamente cualificados en materia de comunión y periodismo me parece algo absurdo.
A ver si entre todos encontramos la solución a esta disparatada comedia con tintes trágicos que deja en la cuneta la ilusión de cientos de futuros profesionales cada año.
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