Eurovisión es de esas cosas que se desean o se odian, aunque últimamente la sensación que más ha surgido es la de indiferencia, aunque una vez más, y pase que pase, habrá que apoyar a la candidata española.
Desde hace unas semanas, y como es habitual en este país de cenizos y pesimistas, las voces de apoyo y ánimo a Lucía Pérez, candidata a representar a España en Eurovisión, han sido mínimas.
Pasados los años de euforia con los representantes surgidos de 'Operación Triunfo', y tras un lustro de resultados más que decepcionantes, se entiende que la gente no las tenga todas consigo y vea este Festival como una pantomima de la cual deberíamos salir. Aunque bien es cierto que si por muchos hubiera sido no hubiéramos jugado más mundiales de fútbol, y vaya, el resultado del último no fue malo.
Bien es cierto que en Eurovisión no todo depende el candidato. Es más, las posibilidades reales de ganar está muy lejos de sus manos, ¿pero es motivo suficiente para dejar de creer de antemano? Otra de las frases hechas que se oye cuando se acerca el Festival es que todo esto se trata de “un chanchullo político”. Razón no falta a quienes piensan eso, pero el razonamiento, lejos de estar enmarcado en raras conspiraciones, se basa en el flujo migratorio de los países del Este.
El sistema de votación es el que es, por lo tanto que haya ciudadanos de tu país repartidos por Europa será la clave o no del éxito. Moraleja, muy simple, España tiene una cantidad mínima de ciudadanos repartidos por el viejo continente, por lo que las posibilidades disminuye. Si a esto sumamos nuestra propia responsabilidad de no haber acertado con los candidatos últimamente, la ecuación está resuelta.
Pero no es hora de sollozos y llantos. Hay que apoyar a Lucía Pérez y su ‘Que me quiten lo bailao’ con todas las ganas del mundo. El resultado, salvo milagro ya sabemos cuál es, pero por qué no vamos a confiar en una muchacha como Lucía que va cargada de ilusión y ganas de representar a una bandera y un país.
Desde hace unas semanas, y como es habitual en este país de cenizos y pesimistas, las voces de apoyo y ánimo a Lucía Pérez, candidata a representar a España en Eurovisión, han sido mínimas.
Pasados los años de euforia con los representantes surgidos de 'Operación Triunfo', y tras un lustro de resultados más que decepcionantes, se entiende que la gente no las tenga todas consigo y vea este Festival como una pantomima de la cual deberíamos salir. Aunque bien es cierto que si por muchos hubiera sido no hubiéramos jugado más mundiales de fútbol, y vaya, el resultado del último no fue malo.
Bien es cierto que en Eurovisión no todo depende el candidato. Es más, las posibilidades reales de ganar está muy lejos de sus manos, ¿pero es motivo suficiente para dejar de creer de antemano? Otra de las frases hechas que se oye cuando se acerca el Festival es que todo esto se trata de “un chanchullo político”. Razón no falta a quienes piensan eso, pero el razonamiento, lejos de estar enmarcado en raras conspiraciones, se basa en el flujo migratorio de los países del Este.
El sistema de votación es el que es, por lo tanto que haya ciudadanos de tu país repartidos por Europa será la clave o no del éxito. Moraleja, muy simple, España tiene una cantidad mínima de ciudadanos repartidos por el viejo continente, por lo que las posibilidades disminuye. Si a esto sumamos nuestra propia responsabilidad de no haber acertado con los candidatos últimamente, la ecuación está resuelta.
Pero no es hora de sollozos y llantos. Hay que apoyar a Lucía Pérez y su ‘Que me quiten lo bailao’ con todas las ganas del mundo. El resultado, salvo milagro ya sabemos cuál es, pero por qué no vamos a confiar en una muchacha como Lucía que va cargada de ilusión y ganas de representar a una bandera y un país.
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