(24 / dic / 2024) - El año de los 40, el de la crisis de la mediana edad, se ha llevado muy bien. Como soy previsor, supongo, me adelanté a esta efeméride, y ya pasé penando los 39. Así que el camino estaba andado. Toca afrontar esta década con las ganas de un treintañero, y como ahora los nuevos XX son los antiguos YY, para cualquier generación, siempre merece la pena.
Son más de 10 años haciendo estos balances en el blog. Siempre de manera positiva, siempre con una persona al lado que ha hecho todo este camino transitable. Por ello, lo único que pido, si es que estamos en condición de pedir algo, es que esa mirada cómplice nunca falte.
Pero aquí hemos venido a hablar de 2024. Como encabeza el post, se trata del año del “ya estaría”. Hubo un gran cambio profesional. Supongo que cuando la salud está en orden, es lo siguiente en la lista. Después de muchos años en diarios digitales de tamaño recogido, di un gran salto. Con el bochorno pegajoso de un julio que siempre recordaré, cruce las puertas del Grupo Vocento para recalar en ABC, el periódico con más historia de España, y que sobre los cimientos del pasado pelea por su hueco más allá de su centuria. La tarea no es sencilla, pero en esas estamos.
El cambio supone muchas cosas. Por ejemplo, el hecho de pasar de ser cabeza de ratón a un pelo de la cola de león. Como todo en la vida, el tiempo te sitúa en la parte que cada uno quiere representar dentro del león -si has querido llegar a ser león-. Era mi caso. Sentía la necesidad de conocer, de verdad, las tripas de un animal respetado en la selva. Así que ya estaría. Ahora toca seguir aprendiendo y dejar buena huella en los demás. Las demás circunstancias son tan aleatorias que desgastan demasiado.
TRANQUILIDAD
Con este gran movimiento se podría resumir el año. Doce meses que han sido bonitos. En los que he tenido suerte, en gran parte por el trabajo, de conocer lugares en los que nunca hubiera estado. El primero de ellos, el núcleo de una central nuclear, o la turbina rabiosa de una central hidráulica empujada de manera violenta por el agua.
También he seguido conociendo España. Cada vez adoro más este país, ahora partido en varios cachos, pero que tiene lugares irrepetibles. Me adentré en la provincia de Zaragoza, y descubrí lugares como Sos del Rey Católico, donde ninguna fotografía hace justicia. Me encandilaron las historias de cómo una mezcla de culturas dejó un legado tan armónico, y cómo busca ahora su presente. Volví de nuevo a Barcelona, que decae sobre su propio futuro; anduve por los campos de Castilla, de ambas; y como siempre, regresé a Extremadura.
Este año conocí Berlín, la ciudad indescifrable. Me resulta un misterio que cada día sea capaz de ponerse en pie con el caos que ha vivido en el siglo XX, y el crisol social, cultural y económico que ahora mismo soporta. Supongo que esa es la esencia de todo.
¿Y ya? Sí, ya. No tengo prisa por conocer el mundo, el que está más allá de los Pirineos, y el que tenemos dentro. La lucha contra la velocidad la mantengo, aunque no siempre consigo poner el pause. No ayuda la profesión que he elegido, pero la cabeza lo necesita.
También es cierto que adoro la tranquilidad, y como ya dije una vez en estos recopilatorios, he asumido por completo que cada año se suman más cosas que sé que nunca haré, veré, beberé o comeré. Por eso, quiero disfrutar de las que llegan. Este año he conocido gente maravillosa, he compartido grandes momentos; he podido descubrir libros preciosos; beber vinos que no conocía; y descubrir nuevos caminos. No necesito nada más.
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