Otro año que cambia el mundo


(29 / dic / 2021) - 2021 se considera una mala segunda parte de 2020. Estoy de acuerdo, pero solo un poco. Este año el covid ha sido de nuevo un leal y cabrón compañero de viaje. Sobre todo a tramos. Es cierto que la vida no ha vuelto a ser del todo normal, aunque hemos empujado para ello. El problema no es que el dichoso bicho nos afecte, es que hemos cambiado nosotros. Todos. Y no solo por el coronavirus.

El mítico “saldremos mejores” puede pasar a la historia como una de las mayores infamias. No ha sido así. Incluso, ha sido al revés. Además, como receptores directos de los excrementos políticos, la ciudadanía prosigue su viciosa polarización con total abnegación. Me atrevería a decir que esto es más jodido que el covid. Porque ahora ya no estamos divididos en derechas e izquierdas. Ahora es eso y más: extremos de un lado, del otro; populistas; anti-una-cosa, anti-la-otra; ofendidos, ofensores; negacionistas; subnormales… el elenco de enfrentados es infinito. Y cansa mucho.

La vida se ha parcelado en ideas absolutas. Amigos y enemigos sin solución de continuidad ni carnet. Gente que sigue pitando antes de que se ponga el semáforo en verde. Abandonamos el por favor y nos abrazamos al “prefiero pedir disculpas”. Somos políticamente correctos pero agresivos. Cero por cero, vaya. ¿Y todo esto es culpa del covid? Supongo que no.

Y supongo que tampoco de los políticos. Ni de Netflix. Ni de los algoritmos. Incluso, no será culpa ni de Tinder. En realidad no sé si hay culpables, o es que nos gusta vivir así. Crispados, cansados, cabreados, malencarados. Algo estúpido para una vida tan corta y donde tan pocos se llevan lo de tantos.

Pero este post, como siempre por estas fechas, no va de cómo está el mundo, sino de cómo estoy yo. A ver si voy a ser el único que no se abraza a su propio ombligo.

Y la verdad es que estoy bien. Normal. Siempre digo lo mismo, y quien me conoce lo sabe. Hace años decidí estar bien, muy bien. Mientras no falte la salud -y eso que ha habido bicho en 2021- todo estará bien. Así que a 2022 no le pido nada más.

No es falta de pretensión. Solo la realidad. Profesionalmente estoy donde quiero estar. Vitalmente me aferro a la treintena sabiendo que los 40 están cerca; pero lo suficientemente lejos como para aprovechar el tiempo. Cerca mantengo a la persona por la que daría mi vida; y mi familia sé que la daría por mí. ¡Qué carajos voy a pedir más!

Sí, ya sé. Eso de ver más a la gente que quiero ver… y milongas así. En el fondo, y pese a lo confuso de 2021, he tenido momentos maravillosos con mucha de esa gente. Con otra, soy capaz de discutir cada día de manera distinta, y siempre con la misma necesidad. Además, he seguido conociendo España, bebiendo el vino que merezco beber, y hasta pude volver a “jugar” al baloncesto. Una lástima las comillas, aunque supongo que estar cerca de esos 40 es lo que tiene.

Así que, 2022, polarizado o no, ven aquí.

Pdta: El que aperece aquí arriba es Leoncio, Leo para los amigos. Un tipo que me ha hecho tener un cierre de año fabuloso con esos ratos que no hay manera de pagarlos.

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