Mis sombras de Grey

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(3 / mar / 2015) - El problema es mío, lo reconozco. Llegué al cine con unas expectativas desmesuradas. "Si dicen que los libros son tan malos, la película a nada que mejore, será decente". Así me engañé mientras anunciaban webs de citas y productos para depilarse. Se alzó el telón, y tras recibir en la cara un “a mí me gusta follar duro”, pero te acaricio con una pluma, me di cuenta de que ‘Cincuenta sombras de Grey’ (la película) tenía pinta de ser tan floja como ‘Cincuentas sombras de Grey’ (el libro).

Ojo, no pretendo ser elitista ni un cultureta repelente. Pero creo que ‘Cincuentas sombras de Grey’ (la película) es bastante regulera. Tanto a nivel visual como cinematográfico. Y los actores… mejor no hablar de ellos. Aunque sí debo decir, como consejo, que se debería ver en versión original subtitulada, ya que el doblaje de la actriz protagonista, Dakota Johnson, parece por momentos el de una niña de 14 años con anclaje mental en la época fan de los Backstreet boys.

También es cierto que a mi acompañante (femenina) le pareció entretenida. No sé si tanto como para dignificar los 8 euros de la entrada, pero le "hizo gracia". Eso sí, sobre la mística inspiración sexual que debía provocar, nada de nada. Así pues, si a las chicas les parece algo suave, dulce y sin “mucha chicha”; lógicamente al sector masculino, embrutecido por nuestros años de consumo carnal a todos los niveles, simplemente lo vemos como la segunda parte de ‘Ghost’, pero peor.

¿Dónde está el éxito de ‘Cincuentas sombras de Grey (el libro o la película)? Sinceramente no lo sé. He dicho que no prejuzgaría, y no lo haré. El libro no me lo he leído, unas 100 millones de personas sí. Y a muchas les ha gustado. ¿Pero y la película? ¡Sexo sadomasoquista con plumas! O bien entiendo muy poco de sado (que puede ser), o más de una vez he tenido sexo sado inconsciente (que también puede ser), porque en la película nada tiene lógica.

En cuanto al falso sexo y la película: poco más o menos lo que conté hace unos días en el Blog. Risas y más risas con la primera teta, chascarrillos ante la segunda, y desorine con los desnudos. ¡Esa es la clave! La película (y el libro supongo) no necesitan argumento, trama, ni nada. Tan solo necesitan recurrir a nuestra propia vergüenza para triunfar. A lo prohibido, lo que no conocemos, solo así puedo entender el éxito de un producto relativamente flojo.

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Paralelismos para-lelos

En un día despejado, de esos en los que no amenaza tormenta, tras la visita de la protagonista al despacho del señor Grey… tachán… Según sale de la oficina, mira al cielo, sonríe, y se pone a llover. ¡Puede haber un recurso más absurdo para dar a entender que su libido ha llegado al punto de humedecerle! En fin.

Pero eso no es todo. Anastasia Steele (nombre de la protagonista). A lo mejor me tiro a la piscina y resulta no tener agua, pero qué curioso que se coja el nombre de la zarina Anastasia que tantas revueltas sexuales tuvo en su vida con Rasputín, uno de los personajes históricos condecorados con varios entorchados en el campo del sexo, como un falo de dimensiones preocupantes. ¿Y el apellido? Con distinta grafía, pero la ejecución fonética “estil”, igual que la escritora mundialmente conocida Danielle Steel. Sí, la de la novela romántica. Toda una casualidad, vaya.

Podríamos seguir con varias curiosidades más, pero no es cuestión de aburrir. Como he dicho, no quiero juzgar la película ni los libros (que no he leído). Lo que me fascina es la capacidad de generar tanto acudiendo a la vergüenza de la gente, a los deseos más primarios, a la fantasía sexual. De hecho, si Grey fuera reponedor del Mercadona, y no un magnate de las telecomunicaciones, dudo mucho del interés que podría tener que le pegue cachetadas en el culo a una estudiante universitaria… O sí… Quizá también tendría su punto: ‘Cincuentas sombras de Hacendado’.

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