Sexo: nuestra vida, nuestro tabú

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(23 / feb / 2015) - Dicen los estudios, unos bastante serios que vienen de Ohio, que los hombres pensamos una media de 19 veces al día en el sexo. Otros tienen 388 pensamientos (los que más); por 140 de las mujeres, y 10 veces de media. Por otra parte, “sexo” está entre las palabras más buscadas en internet. No es la que más, le ganan Facebook, Youtube o Google, aunque me juego el meñique a que buscamos la palabra “sexo” en Facebook, Youtube o Google, y así cuadran las cuentas.

Somos sexo. Puro y muy duro. Este texto lo ilustro con tres imágenes: publicidad, cualquier centro comercial y medios de comunicación. Pero somos un sexo unidireccional. Ese que va de las tetas de una mujer al paquete de un hombre. Somos sexo en la televisión, en nuestra vida, en nuestra forma de salir de fiesta (de jóvenes y no tan jóvenes). Somos un sexo continuo, sin alardes, directo. ¡Pero! También somos un sexo lleno de tabúes, acomplejado y sin mucha lógica.

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¿Cómo puede ser que en esta sociedad hipersexualizada todavía haya cabida para el sonrojo cuando hablamos de sexo? La educación secundaria, por ejemplo, tiene cuatro fotos de penes y vaginas para anunciar cómo se hacen los niños, y listo. Pero ahí no queda todo. Nos damos con el codo si vemos una escena de sexo en el cine, o miramos al de enfrente para saber qué piensa de nosotros. Consumimos pornografía en cantidades industriales, pero disimulando que lo hacemos. Se venden más de 5.000 millones de preservativos al año en todo el mundo, y en serio, con ellos no se hacen globitos.

El sexo es nuestra vida, nuestra forma de expresarnos, de pensar. Entonces, ¿por qué somos una pura y muy dura contradicción? Lo banalizamos hasta el extremo. Le quitamos su esencia, o se la ponemos cuando queremos. Pero aun así nos avergonzamos, miramos para otro lado, nos sentimos culpables. Hablar de sexo en público es tirar una moneda al aire. Puede que te sigan en la conversación, aunque con toda probabilidad te llamarán “guarro”.

¿Por qué “guarro”? Yo, al menos, cuando practico sexo estoy bien limpio. Quizá la guarrería proviene de mentes poco educadas o hipocresías cimentadas en años de ignorancia, pura y muy dura. El sexo lo consumimos de manera directa en la publicidad, en el perfume goteado en los pechos de Scarlett Johansson… Lo consumimos en la calle, en los bares, ¡hasta los políticos lo suman al PIB para darle candela!


Lo confieso, la ecuación que no iguala al sexo con el tabú del mismo, no lo entiendo. Siglo XXI, el Marqués de Sade ha muerto, ahora viven las ’50 sombras de Grey’, pero aun así nos sonrojamos al hablar de sexo, al ver sexo, al tener sexo. El problema no está en las iglesias como algunos sugieren. Ni siquiera en los institutos, como antes he dicho.

El problema es nuestro, de nuestra sociedad, de no naturalizar lo natural, de convertir en “pecado” lo que no lo es. ¡Ojo!, que también hay quien quiere que ese sexo siga siendo “prohibido”. Los que utilizan dos tetas y un culo como reclamo necesitan que sea algo deseado, un objeto, frenesí en nuestras fantasías… queremos sexo. Pero no lo podemos decir.

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