Murcia, cuatro años en la memoria

La vida pasa, no queda otra, pero a veces tenemos la sensación de que ese avance sin retorno genera más angustia que felicidad. 

Esta semana se cumplen cuatro años desde que dejé Murcia. Allí, dos años de buenos momentos, periodismo, clases aburridas, alguna que otra fiesta terminada al amanecer, y sobre todo un grupo de gente que nunca podré olvidar. 

Han pasado cuatro años, entremedias hemos sido campeones del mundo de fútbol, una crisis económica se ha comido parte de nuestras ilusiones, y este bendito país está peor que nunca. No se puede decir que hace cuatro años estuviéramos mucho mejor, pero se hace evidente que peor no estábamos. 

Pasado el tiempo solo quedan los recuerdos. La gente se marcha, se difuminan los momentos vividos, y todo son pequeñas partes de historias que contar. La realidad deja de existir para mantenerse congelada en fotos que solo sirven para regodearse de tiempos mejores. O al menos tiempos sin presión, sin la angustia de los años que caen, sin el sentimiento de un rumbo que no se encuentra. 

Han pasado cuatro años y ya nada es igual. Esa gente, en su mayoría, solo son avatares en alguna red social, o un contacto de teléfono al que nunca te atreves a llamar. Eso es, así somos, personas que deben vivir su vida con un pasado mejor o peor, pero que es eso, pasado. 

Dentro de un año serán cinco, luego diez, y más tarde ya no será nada. Una orla colgada en algún cuarto de estar recuerda esas personas que tenían aspiraciones, que vivían por alcanzar metas, y que juntas soñaron lo que ahora consiguen por separado. 

El tiempo amplía la distancia y los sentimientos, por eso, cuando se cumplen cuatro años de mi adiós murciano, y sin duda, la época en la que me desarrollé como persona y futuro profesional, no quiero olvidarme de lo que supuso mi paso por allí, y lo que cambió mi vida el contacto con gente de la que no dejé de aprender ni un solo instante desde que pisé aquella bendita Región. 

El futuro es incierto, al menos para el que escribe estas líneas, pero con un pasado tan sólido y feliz, casi por obligación uno tiene la responsabilidad de mantener la cabeza firme y perseguir los sueños que un día se imaginaron.

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