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Expectativas

expectativas frustraciones

(10 / mar / 2015) - Las personas tenemos suma facilidad para generar expectativas. Nos da lo mismo la naturaleza de su realidad, siempre vamos a creer que lo nuevo, eso que falsamente añoramos, será mejor de lo que tenemos. Luego nos arrepentimos, chantajeamos a los tiempos pasados y coqueteamos con la falsa idea de que “antes todo era mejor”. Quizá por eso volvemos a reposar sobre la calidez de nuestras expectativas.

Despropósitos para 2014


Se cierra un año, otro ya asoma, y ha llegado la hora de hacer balance y enmiendas para los nuevos 365 días que vienen. ¿Por qué de forma pública y visible en Internet y no como un ejercicio de introspección? Pues sinceramente, llevo con este Blog abierto desde el verano de 2010, y antes tuve otros, tanto de carácter personal, como de índole algo más profesional. Siempre abiertos, dialogantes, y dispuestos a mostrar lo que soy.

Volviendo a sonreír

Hace ya algún tiempo, no sabría decir cuánto, me he percatado de que me falta algo, de que no tengo una cosa que siempre había poseído: mi sonrisa. No sé quién me la quito, aunque en realidad tampoco sé si me la robo alguien en concreto, o ha sido un cúmulo azares los que me la han "birlado". 

Sea como sea, lo noto. Y no solo yo. Los que tengo cerca y me rodean también se han dado cuenta. Algo ha cambiado, ya no es lo mismo. 

Volviendo a la responsabilidad sobre la ausencia de mi sonrisa, creo más en la segunda versión. Ha sido un conjunto de cosas, sucesiones de hechos, falsos estímulos y percepciones engañosas lo que ha provocado que ya no sonría como antes. 

Aunque eso se ha acabado. Bien es cierto que desde que mi anterior e idolatrada empresa recortase gastos por la nefasta gestión de quien la dirige, y mis huesos dieran en la "puta calle", no he tenido muchas alegrías profesionales, pero se acabó no sonreír

También es cierto que la propia situación española, llena de corrupción, calamidades y "repartecarnés" sin licencia, no da para muchos goces, pero se acabó no sonreír

A todo esto hay que sumar el futuro. Incierto, inestable, con un sector del que quiero ser parte, el de la comunicación, que sigue viciado por antiguas costumbres es un problema, pero se acabó no sonreír

Ha llegado la hora de regenerar optimismo. Eso sí, un optimismo real, basado en que la vida está aquí por algo, que no todo es conseguir lo que uno quiere, o peor aún, conseguir lo que uno cree que quiere, o le han dicho que debe querer. La vanidad, los egos desmedidos, "querer ser alguien", "querer ser algo", aspirar a que mi opinión sea escuchada por muchos... Si a los vicios de una persona le añadimos los de alguien que pretende ser periodista, tenemos la persona que no quiero ser. 

Sé que valgo para el mundo de la comunicación y sus aledaños. Sé que puedo formar parte de un equipo, aportar ideas, ambición y entusiasmo. Pero creo que hay algo que empiezo a tener muy claro: no quiero volver a perder mi sonrisa.

Lo que nos une

La esperada final de Copa del Rey llegó. Con ella las pitadas, las banderas, los nacionalismos, de uno y otro bando, en definitiva, las payasadas varias. Después de paseos por las Redes Sociales, la prensa, de distintos colores, y en general el pulso de la opinión ciudadana, todos estamos de acuerdo en una cosa: queremos ser felices.

Entonces, ¿por qué gastamos tantas energías en criticar lo ajeno? La obsesión nacional por meterse con el vecino, decir que está mal lo que hacen otros, ver siempre la paja en otro ojo... De verdad nos compensa tanto derroche de energía en "qué hacen los demás".

La libertad, para aquellos que no estén familiarizados con el término, es el acto que empieza en mi persona y termina donde empieza el de la persona que tengo al lado. Para ello nos hemos dotado de unos mecanismos legales que regulan esa capacidad. Por lo tanto, si alguien quiere pitar un himno, que lo pite. Si a otro le gusta salir con una bandera, que lo haga, ¿cuál es el problema? Cómprate tú una bandera más grande y ponla en la terraza de tu casa.

Sinceramente no entiendo la crispación que se está generando contra todo. Además, creo que la situación económica ya es bastante mala como para andar peleados cada dos días. Vamos a remar juntos. Son más las cosas que unen que las que nos hacen creer que nos separa.

Sin ir más lejos, esta noche, tenemos nuestro querido Festival de Eurovisión. Tan viejo como el solo, y tan polémico como nosotros. Por qué no disfrutamos y criticamos mañana a la buena de Pastora Soler. Por qué no reímos, por qué no nos enfadamos de verdad con el asunto de Bankia y las entidades financieras que hayan hecho una mala gestión. Simplemente somos tontos. Nos enzarzamos en cuestiones vanales, absurdas... el fútbol, las banderas, los himnos, que si este ha dicho y el otro ha dejado de decir, un peñón en mitad de la nada...

Somos españoles, vascos, catalanes, asturianos, somos lo que cada uno quiera ser. Con respeto, tolerancia y la conciencia de que hay mayores problemas que resolver. Sigo pensando que hay más cosas que nos unen... Y ahora, todos a apoyar a Pastora Soler, o el que quiera, o a berrearla, que cada uno haga lo que quiera, pero todos juntos.

Muy contento, pese a todo

Aunque este lunes 21 de noviembre sea día de hacer valoraciones sobre el resultado del 20N, personalmente me voy a abstener. Quizás no sea el resultado que más me convence, sobre todo por la mayoría absoluta del Partido Popular. Pero es lo que hay, y se debe asumir.

No quiero valorar, y no lo voy hacer, nada que tenga que ver con la Ley Electoral, lo injusto que es, etc, etc... Quiero hablar sobre lo positivo del 20N y lo que, personalmente, ha supuesto.

Para mí el 20N ha significado mi primera exprencia electoral trabajando como periodista. Ahora, lo importante es que no sea la última, y dentro de cuatro años pueda volver a vivirlo igual.

Fue una noche, la del 20N, emocionante, intensa y llena de ilusión. Dirigentes Digital, el medio del que soy Editor de contenidos, está muy supeditado a su matriz impresa, la revista Dirigentes. Pese a ello, el objetivo que tenemos es que nuestros visitantes tengan la mejor información y un contenido de calidad. Así, bajo esa premisa, intentamos hacer un trabajo concienzudo, riguroso y veraz.

En esta noche especial quiero mencionar de manera destacada a las dos "mozas" que me acompañaron. La incansable, y mi sucesora en potencia, Sandra Tobar, quien va mejorando cada día más y ya es una periodista como la copa de un pino. También estaba Jessica Rodríguez, cuya capacidad para aprender y moldearse cada día es mayor.

Pero no fue lo único. A parte de una cena en la Redacción, que eso siempre gusta y resulta gracioso, hubo un par de llamadas que me hicieron creer más en lo que estábamos haciendo, y poner más pasión en el trabajo que desarrollábamos. Primero fue con el bueno de Javi Rosell. Díscolo y a veces incomprendido, pero redactor de calidad sobresaliente, charlé con él para tratar asuntos del día siguiente. Se encontraba haciendo de "vigilante electoral" en su pequeño pueblo del Este de Madrid.

Luego llegó otra llamada decisiva, sobre todo para el resultado visual y de contenidos del día posterior al 20N. Hablé con calidez y sensatez con mi querida Bárbara Cervigón. Había que preparar el día después. Contenidos, textos posibles, etc, etc... Creo que a ella le hubiera gustado estar en la Redacción en esa noche electoral, pero su trabajo se hacía clave el día después.

Así fue mi noche electoral. El resultado fue lo de menos. Para mí simboliza llegar a una meta, aunque sea intermedia, de lo que quiero ser, de lo que quiero hacer... Gracias a mis compañeros, su fuerza y empuje me hacen seguir querer creciendo.

Renovar o morir

Llegan los primeros síntomas del otoño más cerrado, ese de lluvia y primeros fríos, y toca revisar el armario para que la ropa se adecúe a la situación y salir en manga corta a la calle no sea necesario.

Después de años de desidia ante las rebajas y las modas, uno se da cuenta de que el armario es un lugar casi inexplorado. Mismos 3 ó 4 pantalones, mismas 4 ó 5 camisas y camisetas, y poco más. Un jersey feo como él mismo, que lo tengo desde que vivía en Leganés, unas sudaderas que bien pudieron pertenecer a mi padre y otras cosas que es mejor no mencionar.

Por eso mismo, el armario de mi habitación lo utilizo casi como un trastero. Un tablero de ajedrez, mochilas, unas pesas que no recuerdo muy bien cómo llegarón ahí, cintas de cassette, bufandas de varios equipos de fútbol, pañuelos de marcas de alcohol, más pañuelos de más cosas y cosas que no se sabe qué son.

Y ante todo eso... Lo que ven arriba en la imagen: algunos de mis muñecos de niño. Como se puede observar, sobre todo en los personajes de 'Bola de Dragón', soy de familia humilde, por lo que las figuras eran del rastro o de los antiguos bazares de 'Todo a 100 pesetas'. Pero la cuestión es que valían para su objetivo: que se dieran de leches los unos con los otros. Con ellos, también he encontado muñecos originales de pressing-catch, y estos sí son auténticos. Se conoce que ese año fue de vacas gordas, o de un buen bingo cantado en las navidades.

La cuestión es que en esa ansiedad que me ha entrado por renovar las cosas, no me ha costado deshacerme de ciertas prendas de ropa que son más bien terribles, pero de los muñecos, de ellos no he podido. Al menos al principio, y es que durante unos minutos, un puñado, tampoco voy a mentir, he reflexionado sobre el presente, el pasado, el futuro, lo que somos, lo que hemos sido...

Después de ese pequeño diálogo interior, he decidido que todos tengan el mismo destino: una muerte dulce en la bolsa de la basura. Y es que de nada vale vivir el pasado si no somos capaces de vivir nuestro presente.

Aunque finalmente he decidido indultar a tres. Sí, los tres buenos, y es que me da el apuro del pobre tirando cosas caras a la basura.

La sociedad me aburre

Como ya dije hace unas semanas, este verano está siendo muy movido. Pero de tanto movimiento me doy cuenta de ciertas cosas que no me gustan nada. Es más, llego a la conclusión de que ya empieza a aburrirme el "y tú más", "tú gastas más", "tú eres más tal" y "yo soy menos cual".

No puedo, en serio. Lo intento pero cada cosa que veo me resulta aburrida. Me aburre el Papa y su visita a Madrid. Me aburren esos peregrinos altivos de la JMJ que te miran creyendo estar por encima de ti. Me aburre el movimiento 15-M y sus lloros. Me aburre esa esquizofrenia antipapista sin saber por qué... Todo, me aburre todo.

Llevamos una semana con los trastos volando de lado a lado. Que si la visita del Papa es innecesaria, que si es lo mejor del mundo. Luego también se suman los medios de comunicación. Portadas absurdas, seguimientos ilógicos.

¿Alguien entiende qué carajo está pasando?, ¿por qué tanta ira contenida?, ¿la gente no f#@ll#, digo, la gente no tiene ratos de intimidad? No sería lo mejor para descargar y aliviar tensiones. Si es que eso les funciona. Por qué no dedicarse a construir. Amar a las personas que se quiere, ser más tolerante, reflexivo. Ayudar al que lo necesita, escuchar a quien lo precisa. Disfrutar de la vida. Apreciar lo que uno tenga, poco o mucho. Leer, aprender, compartir.

Soy consciente de que la vida es dura. No están siendo los mejores momentos socioeconómicos de la historia, ¿pero eso justifica la violencia y la agresividad que nos rodea? De verdad, gentes del mundo, hagamos un esfuerzo, que merece la pena. La vida es bastante bonita como para estar embroncados las 24 horas del día. Una sonrisa, que esa es la mejor arma.

Lenta monotonía

Decía Antonio Machado aquello de:

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Y es que el invierno si algo tiene es que es muy pesado. LLuvia, frio, otro poco de lluvia, viento, aire helado... y así un día tras otro, con noches que llegan en plena tarde, tardes que son engullidas por una oscuridad helada de más de 12 horas, un alba que levanta con escarcha... y así un día tras otro.

Parece que en ocasiones los días se repiten, las noches no existen y las mañanas sólo son el recuerdo de algo efímero. El sol... el sol una utopía que intenta arañar entre las nuebes pequeños hilos de sol que nadie puede ver.

Habrá que esperar a que aparezca la primevera con sus escotes y mangas de tirante para salir de esa monotonía de lluvia tras los cristales.

2011, el espectáculo ha comenzado

Como una bola de nieve que se desliza por la ladera de una montaña, así es como 2011 se ha presentado ante nosotros.

Por más propósitos que queramos hacer, enmiendas o visos de mejora, somos esclavos de nuestro pasado, de los actos que hemos cometido. Por poner un ejemplo próximo nos vale el típico propósito de perder un poco de peso y ponernos en forma. Correcto, es válido y hasta bueno para la salud, el problema es saber hasta qué punto nos hemos dejado llevar, puesto que no será lo mismo tener que perder unos kilillos, que por ejemplo, tener que perder 15 kilos.

Extrapolando esto a nuestra vida y sociedad, 2011 trae consigo los errores y vicios que hemos ido acumulando durante estos últimos años. Mala gestión económica, endeudamiento público, retrasos en la justicia, pérdida de credibilidad en la clase política por los excesos en torno a la corrupción...

Son muchas las cosas a las que nos tenemos que enfrentar como sociedad y país, pero... acaso no es un reto muy bonito.

Así que cenizos, pesimistas y llorones, bajen del carro, porque la batalla será dura y necesitaremos estar atentos y realizar las acciones con tal firmeza que parezca que nunca nos hemos equivocado. Ha llegado la hora del ingenio, de saber aprovechar los recursos, todo eso siendo mejores persona, y sí, se puede combinar.

Porque podemos, lo hemos hecho y sabemos, 2011 debe ser el año en que desaparezcan los fantasmas. Por todo ello, FELIZ AÑO NUEVO y salud para todos.

Despropósito #4 para 2011

Ser mejor persona, amigo, profesional, compañero…

Vamos, en este último despropósito hago una especie de “Ley de Economía Sostenible” como la del Gobierno en la que establezco un pequeño repositorio de todo aquello que me apetece cambiar.

Los “despropósitos” anteriores eran concretos, por lo que su efectividad a final de año puede ser medible. Sin embargo, este último es muy ambiguo, por lo que centrar los aspectos fundamentales será difícil, aunque lo intentaré.

Como persona, y después de 26 años conmigo, sé dónde debo cambiar, mejorar o incluso dejar de lado ciertas cosas. En muchas ocasiones soy arrogante, prepotente, vanidoso… vaya, no siempre, pero a veces peco de ello. Así que intentaré tamizar esas características. Será raro, porque “gracias” a esas actitudes he “conseguido” crear en torno a mí una serie de cualidades por las que la gente me define, aunque en el fondo me da rabia porque no soy del todo así.

No obstante, intentaré combinar ambas formas, de un lado para no perder mi personalidad real, y por otro, para no perder la personalidad social.

En cuanto a las demás cosas… como amigo creo que soy lo mejor del mundo… y ojo, lo digo en serio. No hay mujer en este país que no quiera se mi amiga, muy a mi pesar, pero cada chica, señorita o fémina que conozco tiene una tendenciosidad amigable hacía mí que es incontrolable, así que este aspecto está al 100%.

Sobre lo de ser mejor profesional, ya escribí sobre ello hace unas semanas, en una especie de regañina interna. Lo cierto es que a día de hoy, vivo, como y duermo pensando en mi revista, sus mejoras, el periodismo, la economía… pese a ello, seguiré dedicando cada minuto del día a ser mejor periodista y compañero, porque creo que puedo, y porque no quiero defraudar a quienes confían en mí.

Se acaba 2010, el año en que pasé por cuatro empresas y trabajé de día, tarde y noche, hice un Máster, conocí Barcelona, lloré por mi ídolo, “gané” un Mundial

Mentiría si dijera que será un año para recordar, puesto que ha tenido más ratos de “rompimientos” de cabeza que otra cosa, pero como somos lo que somos por lo que vivimos, no me arrepiento de nada.

Ahora, en esta última entrada antes de que empiece el nuevo año, quiero dar las gracias a todos y cada uno de los personajes que pasan por este Blog, esperando encontrar no sé qué, y que me animan cada día mejorar.

A todos ellos, y también a los que están a mi lado de forma física, MIL GRACIAS…

Despropósito #3 para 2011

Dejar que al azar decida

Cansado de pensar, repensar, reflexionar, meditar... y así hasta el límtite absurdo de intentar tomar siempre la decisión correcta, he decidido que el azar sea el que decida por mí.

¿Es una decisión cobarde?, puede, no lo niego, pero es lo que de momento voy a empezar a hacer. ¿El método? mi viejo peso mexicano al aire; si cae "águila", será un sí, positivo, un adelante... si cae "2", será un no, negativo, rechazar...

En realidad esto servirá para tomar deciones que no tengo claras, es decir, esto no regirá las cuestiones importantes que deba tomar, tampoco estoy tan demente. Lo cierto es que de un tiempo a esta parte hay cosas que no sé cómo interpretar, ante las que no sé cómo actuar... cuestiones profesionales, personales, de todo calado. Por ello, y como medida expiatoria, no lo niego, dejaré que sea el azar el que decida.

Así, de este modo, no podré culparme a mí de los aciertos o errores, y será una auténtica anestesia de "la felicidad del tonto".

Conversar con el silencio

Al conversar con el silencio uno tiene la certeza de que saldrá perdiendo. Palabras que se diluyen en el aire con la sensación de una pérdida que jamas volverá.

Conversar con el silencio es la solución para las palabras que no quieren ser oidas, los gestos que no quieren ser vistos y las miradas que nunca se darán.

Conversar con el silencio es el miedo a no decir la verdad, la timidez exgerada por no pronunciar lo que nunca se dirá.

Conversar con el silencio es expresar a nadie los miedo que todos conocen, escudarse en la falsa apariencia introspectiva del que todo lo sabe.

Conversar con el silencio es la dureza de una soledad obligada que de deja contar todo sin decir nada...

Correspondencia y configuraciones

Después de la magnífica lectura que ha supuesto 'El retrato de Dorian Gray', pese a que no lo he finalizado -ya explicaré mi extraño gusto/fobia a dejar los libros sin acabar-, hoy me he embarcado en un nuevo texto: 'Correspondencia a la generación del 27'.

Se trata de un libro que recoje la correspondencia que tuvo Vicente Aleixandre con sus compañeros y amigos de la 'Generación del 27', o como bien aproxima la introducción, el 'Grupo poético del 27'.

De momento, lo que ha suscitado el libro en mí es una paranoia escriptoria en modo epistolar que sumado a una mañana tranquila ha sido el motivo para zafarme cuan escritor del '27' en un regusto de correspondencia que me ha llevado a recordar que nuestros recuerdos son la parte principal de nuestra configuración como personas. Por eso, nada mejor que mantener la relación, aunque sea vía electrónica, con las personas que han hecho que la vida de este pobre blogger y aprendiz de periodista haya sido mejor.

Vivir o no del recuerdo es algo que siempre planea en su lucha con el "Carpe diem". Una lucha desigual que viene marcada por el momento, por lo que somos y seremos. Es evidente que el presente es lo único que vivimos, y el futuro será el lugar donde pasaremos el resto de nuestra vida, pero, ¿y el pasado?

Hay quien dice que vivir anclado al pasado es un lastre a superar. También se dice, en tono negativo, que las personas que viven del pasado es porque no creen en su presente. Bueno, personalmente no me posiciono, es decir, quiero vivir el presente, vivo el presente y miro hacia el futuro, pero una cuestión está clara, lo que soy lo debo a los recuerdos que tengo.

Supongo que la mezcla ideal debe ser vivir de los recuerdos actuando en el futuro.

Soriano, ese extraño elemento

Como podrán ver los que siguen este Blog a menudo, aunque no creo que sean muchos, he decidido quitar el logo del MundoBasket y todo lo demás, y es que pese a no creer en "nada", soy bastante supersticioso, así que mejor volver a la normalidad. 

Y en esa normalidad, hoy quiero reseñar la vuelta a la vida de 'Sin Hora de Cierre', pero por encima de esa vuelta quiero destacar a una personas que ha trabajado mucho y bien para que todo tenga una pinta perfecta en el nuevo arranque: Antonio Soriano

Seguramente dirá que son palabras inmerecidas, que él lo hace porque le gusta y bla, bla, bla... Pero lo cierto es que ha hecho un trabajo magnífico en el diseño de la nueva cabecera, el logo y muchos más retoques que ha dado para que todo quede perfecto. 

No hay nada que no haya dicho ya de este gran personaje al que admiro y quiero por partes iguales. Se lo he dicho en privado, y ahora quiero manifestar en público toda la admiración que le proceso. Durante dos años en la Universidad de Murcia fue alguien a quien respeté y observé para aprender un poquito más cada día. Estar a su lado 5 minutos es suficiente para ver cuánta humanidad desprende, y sobre todo, la profesionalidad que le ampara. 

Cuando alguien conjuga de una manera tan eficiente ser una persona íntegra y profesional, poco se puede decir. 

De nuestros ruinosos pasos por esta vida, uno al final recuerda con especial cariño a esas personas que te hacen reconfigurar ideas y conceptos, y creanme, el señor Soriano ha sido un continuo empapamiento para mi bien personal. No hay palabras de agradecimiento para expresar cuánto pude aprender a su lado en dos años, casi tanto como lo estoy haciendo en la lejanía. 

El trabajo de renovación de SHDC ha sido largo y duro, pero gracias a una correspondencia casi diaria, todo ha sido más fácil. Infinitos correos y mensajes a través de Tuenti, intercambio de ideas, opinioes... todo en una curiosa distancia que no hace sino acercar posturas. 

En definitva, un tipo que a las 4.00 de la madrugada es capaz de romperse la voz al grito de: "darme un portátil, que lo reviento", en el sentido profesional, se merece todo mi respeto. Desde aquí, querido Soriano, un fiel y leal seguidor.

La responsabilidad, ese extraño elemento

Hoy, me he enfrentado a un estudio de esos que parece tener relativa poca enjundia pero que desvela mucho de lo que somos las personas.

Algo así como que un 14% de los trabajadores no le gustaría ser jefe.

La cuestión es ¿por qué? Después de leer el estudio y ver las diferentes respuestas y motivos por los cuales a un empleado "raso" no le gustaría ser jefe, a uno le queda la ingrata sensación de vivir en una sociedad de mediocres.

OJO, que nadie entienda esto como un gesto de altivez por mi parte, o de grandilocuencia desmedida, es sólo que no siempre entiendo que una persona que de verdad tiene una vocación profesional no quiera alcanzar más metas y llegar más lejos.

Siendo previsor, y para que nadie se me eche encima, hablo sólo, como ya he dicho, de las verdaderas vocaciones. Evidentemente, alguien que llega a un trabajo tras muchos rebotes y no le apasiona lo más mínimo, pues entenderé que ascender o no le sea indiferente, es más, comprendo que cuanto menos sea el número de "marrones" a comerse, mejor.

Pero qué hay de las personas cuya suerte le ha llevado a un puesto de trabajo que deseaba y ante si tiene la posibilidad de ascender. Esas personas habrán contestado que no quieren ser jefes...

Una vez más, y ante la previsión de que nadie me tache de nada, exceptuaré situaciones en las que la realidad laboral se ve mejor desde la situación de empleado, pero insisto, dónde han quedado las ínfulas de grandeza.

Está claro que hay diferentes caracteres, que no todos deben ser jefes, que en ocasiones la vida se ve mejor sin tomar decisiones... Pero no es acaso un falta de "hombría". Sea como sea, todo este asunto lo derivo en una falta de responsabilidad, mejor dicho, miedo a tener responsabilidad. Pánico a enfrentarse con valentía a duras decisiones, temor a despedir a alguien, inquietud por la posibilidad de tomar una mala decisión...

La sociedad, y nosotros al pertenecer a ella, hemos ido mermando nuestra capacidad de tomar decisiones, de ser responsables con nuestros actos. Desde pequeños dejamos todo en mano de nuestros padres, luego profesores, posteriormente jefes... Siempre es problema de otro lo que nos pase a nosotros, simplemente surrealista.

El viernes, ese día


(20 / ago / 2010) - Lo reconozco, cuando sea mayor quiero ser un viernes.

Nunca hasta hoy me había parado a pensar, al menos de forma reflexiva, la magia que tiene un viernes. Me doy cuenta de que un viernes es lo más parecido al inicio de la primavera. De lunes a jueves vivimos en una espcie de invierno lluvioso y de temperaturas bajas; tranquilo y rutinario, pero sin la mínima chispa. Sin embargo, la llegada del viernes, al igual que la primavera, ya puede tener mejor o peor cara, pero produce una extraña excitación difícil de controlar.

Por casualidades casi forzadas, un viernes depara sorpresas. Algunas buenas, otras malas; y muchas que te dejan indiferente, pero tiene esa capacidad de sorprender, aliviar, suscitar alegría, o, por qué no, también tristeza.

En ese aspecto, un viernes tiene un efecto placebo muy interesante para las malas noticias. La respuesta puede ser siempre la misma: "bueno, al menos hoy es viernes". Suspendes un examen y no pasa nada, se celebra. Te echan del curro y te consuelas con tus excompañeros tomando birras. Y lo mejor, te deja tu novia/o y qué mejor cosa que hacer que salir al campo a picar flores. Aunque lo trágico de los viernes es que se acaban y uno debe enfrentarse a todo lo anterior.

No obstante, en esa línea, los viernes tienen un halo especial que los sábados no pueden reprodurcir. Para un sábado ya sabes qué hacer. Tienes día de campo, barbacoa o cena, o no lo tienes; escapada de fin de semana o no, fiesta o no... Todo está atado, casi nada queda a la improvisación, no hay margen de última hora.

Sin embargo, los viernes son incontrolables. Cervezas que se convierten en copas al amanecer, escapadas que terminan en una playa de Valencia; gente nueva, palabras nunca dichas, confesiones múltiples... los viernes tienen magia, su imprevisibilidad le otorga un carácter único, diferente; difícilmente un viernes se parece a otro.

Bésame


Después de ver la película 'My Blueberry nights', del director chino Wong Kar-Wai, y sobre todo de leer una crítica, he reflexionado sobre la esencia del beso.

La crítica decía algo así como que todas las películas deberían acabar con un beso, simplemente. Intentando averiguar el porqué de terminar así, he imaginado una pequeña lista de los besos que se pueden dar, y sobre todo, qué tiene un beso para que se convierta en algo tan fundamental en nuestras vidas.

La lista de besos puede ser interminable.

Tenemos besos en la frente, en la mejilla; besos con amor, desengaño; besos con lengua, sin lengua; besos humedos, calientes, románticos, al aire; besos que nunca se tuvieron que dar, besos que no se han dado; besos furtivos, robados, alquilados; besos engañosos, traicioneros... Besos en el cuello, en la espalda; besos apasionados, de mentira; besos fraternales, sinceros; besos eternos, besos que nunca se olvidan; besos que no se deberían recordar, besos que se sueñan; besos que no son besos, besos que son más que un beso...

Como digo, la lista podría ser eterna, es más, cada persona es un beso, cada beso una persona.

Pero qué tiene un beso que hace que hasta la persona más ruda pierda el sentido. Por qué simboliza tanto un gesto tan simple. Muchas de las historias de amor empiezan con un simple beso, muchas de ellas acaban de la misma forma, aunque supongo que no hay nada más doloroso que dar un último beso sin el aviso de que no habrá más.

Un beso, la aproximación de los labios a otros labios, o bien a otra parte del cuerpo; un beso, un gesto tan mínimo que solo imaginarlo da pavor; un beso para saludar, un beso para despedir, un beso que hace imaginar, soñar y reir, ¿qué tiene un beso?

Como diría el genio Julio Cortazar: en un beso, quién es el besado...

No sé si una película siempre debería terminar o no con un beso, la cuestión es por qué no...

La malabarista de Cuzco

La semana pasada ya traje a este pequeño lugar un texto que abrazaba, o al menos lo intentaba, la literatura con una pequeña reflexión personal. Pues bien, creo que mis paseos matutinos de camino al trabajo van a dar de si más de lo que yo pensaba.

Concretamente, esta mañana me he vuelto a cruzar con una chica que se sitúa en la esquina del Ministerio de Economía para realizar malabares a cambio de "algo".

Personalmente me resulta curioso. No porque pedir dinero sea algo poco habitual en Madrid, sino porque se ha perdido la esencia de cómo trabajarse esas pequeñas monedas. Muchas veces, en el Metro o simplemente por la calle, la gente tiende la mano y pide, sin ofrecer nada a cambio. Es lógico, su situación debe ser lo suficientemente dura como para andar jugando a los títiriteros o aprendices de cantautor, pero en ocasiones algo sacado de lo común puede despertar la simpatía necesaria para hacer ese sacrificado gesto de sacar unos céntimos del bolsillo.

Esta malabarista en cuestión suele llevar un bombín. Negro, casi roto y de aspecto olvidado. Debajo aguarda una maraña de pelo a modo rastafari que deja entrever una actitud desenfada ante el mundo. Siempre lleva unas botas altas y cuyo color quiere pasar desapercibido. Por lo general lleva una falda de volantes que ayuda a que sus gestos circenses se compongan en una onda casi perfecta.

Durante su "actuación" casi todo vale con tal de abrir unas bocas bostezantes que se relamen el café de hace pocos minutos. Bolas, cuerdas, diábolos... todo lo que pueda subir y bajar y volver a subir es válido.

Al final, una genuflexión pizpireta y una mirada tímida dan por acabada la pericia número 22 de una mañana que empieza a tragarse el sol, convirtiendo ese pequeño circo en un absurdo y afeado caldero que no deja ver más que una mira fugaz.

La belleza femenina: inspiración y tragedia


(30 / jul / 2010) - Como cada mañana, desde hace un mes, he dado mi matutino paseo de camino al trabajo. No sé muy bien por qué, pero me gusta andar, y por la mañana más.

El paseo, resumido en una suerte de viaje espiritual por la Castellana, tiene una duración aproximada de 20 minutos. Y lo cierto es que nunca es igual cada mañana. En concreto, el de hoy ha sido un paseo escoltado por cientos de miradas que buscaban un blanco único.

Lo que nos gusta

¿Qué decir en un día como hoy?

Seguramente, ningún animal que coma y cague en este país esté ajeno al triunfo de la Selección española. Es más, voy hacer un juego suicida y apostaré todo lo que tengo a que tampoco hay nadie que a estas alturas no esté al tanto del encuentro amatorio que protagonizaron Iker Casillas, a la sazón capitán español, y Sara Carbonero, o lo que es lo mismo, el monísimo y caro teleñeco que 'Tele5' ha explotado laboralmente durante el Mundial.

Anoche España entera pudo gozar de sus dos máximas pasiones y encima a la vez: fútbol y cotilleo.

Siempre criticamos a los demás, normalmente de fuera de España, que nos "entopiquen", vamos, que nos vean con tópicos, pero nunca nos damos cuenta de que somos nostros mismos los que nos agarramos como a un clavo ardiendo a esas preconfiguraciones y estandartes que tanto nos gusta elevar a esencia.

La España de "porteras" y cotillas anoche se frotó las manos ante el beso de nuestro capitán a la capitana. No voy a entrar en polémicas, justicias y naturalidades. Tampoco hablaré sobre la podrida actuación de 'Tele5' al repetirlo hasta dos veces en menos de una hora. Simplemente quiero hablar de la realidad. Una realidad que pasaba por ver qué haría Iker Casillas al término del partido si se econtraba cara a cara con la bellísima reportera y en pleno estado de éxtasis.

Pues pasó lo que tenía que pasar. Soy el primero en confesar que estaba muy atento, espectante, casi grité más cuando Iker le comió la boca a nuestra capitana que en el propio gol de Iniesta. A fin de cuentas era lo que tenía que hacer, era lo que la sociedad teníamos que hacer. Nos han vendido esta historia de amor africana por fascículos. Hemos consumido mucho, tragado lo indecible, que menos que un beso.

Así, este beso pasará a la historia.
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