Empacho de ¿periodismo?


(25 / may / 2019) - Todos los días no se pueden publicar primicias o exclusivas en el ámbito periodístico. Si me apuras, y nos ponemos pedantes, casi no hay noticias entendidas desde el punto de vista de la novedad informativa. Tampoco se pueden publicar a diario grandes historias, ni historiones, ni "temones que no te puedes perder". Y como no existen, los "inventamos". El problema es que vivir así un día tras otro genera angustia y cansancio.

Desde hace bastante tiempo una conversación con compañeros periodistas se resume de la siguiente manera: "¿Qué tal?"; "Cansado"; "Joder, yo igual". Pero no es un cansancio físico (que también), puesto que hay otras profesiones donde el cuerpo se lleva mayores palizas; se trata de un cansancio emocional, intelectual; un cansancio por una pelea continua contra todos, contra el reloj, contra la competencia; a veces, incluso, contra los propios compañeros, contra las fuentes, contra los lectores... Y así muchos días a la semana. Los que se trabajan, y los que no. Además, como nuestras empresas periodísticas son periodísticas y empresas, tienen muchos vicios de lo segundo.

Lo peor es que nada va a cambiar. Y la tensión va a más. La pragmática; es decir, la cantidad ingente de horas que necesita el periodismo para dar un mínimo resultado; y la teórica, que va en esa estúpida lucha por crear contenido informativo cada media hora.

Sobre la primera, el otro día me topé con unas declaraciones del paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga que eran una descripción perfecta de la vida periodística. "La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado".

¿Y SOBRE LAS "NO NOTICIAS"?

Esta guerra está igual de perdida que la otra. Ejemplos hay cualquier día del año. Básicamente porque cualquier día del año no habrá noticias, pero los periódicos nos las tenemos que "inventar", a fin de cuentas es lo que vendemos. Y no solo se lo vendemos a los lectores, que a ellos muchas veces les da igual. El problema es que se lo "vendemos" a la competencia, para decirles que somos más listos que ellos; y se lo "vendemos" a las empresas... para mandarles el mensajes de que somos más listos que la competencia. Un caos estúpido.

Y así un día tras otro. Si no sabemos un dato, lo extrapolamos. Si una fuente no confirma algo, decimos que lo "estudia", "planea", "piensa", "plantea", "propone"... difícil será que no haga algo de esto. ¿Y si luego no hace nada de eso? Da lo mismo. Si alguien nos saca un link para sonrojarnos, pues se saca otro de ellos... incluso, un tercero puede hacerse un tema diciendo "Fulanito y Menganito se pican en Twitter". Simple.

La rueda no debe detenerse. Y dentro nosotros, los periodistas, como hámsters que no dejan de correr hacia ningún lado. Todo debe estar listo para el lunes. Para vender noticias que no lo son, primicias que no importan a nadie o exclusivas que no llegan a chascarrillo.

Mientras, borrachos de hipocresía, hablamos de periodismo. Defendemos el periodismo, sus formas, su historia, su esencia. Golpeamos las puertas de los demás con tuits que simplemente reclaman atención. Un cariño para suplir el cansancio del que no podemos despegarnos. Estamos empachados de periodismo. Vomitamos artículos que volvemos a tragar para venderlos un mes después. Lo importante es que nadie se entere.

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