Anitín y el consenso
(10 / mar / 2018) - Desde hace tres semanas vivo con un gato. Se llama Anitín, de apellido Chisgarabís. Yo no quería compartir piso con un gato; tampoco estoy seguro de que él quisiera conmigo. La cuestión es que después de 21 días más o menos nos soportamos. Incluso, a veces nos damos hasta cierto cariño.
Pero aquí no hemos venido a hablar de Anitín. De mí tampoco. El tema es por qué convivo con un gato si yo no quería. La respuesta es sencilla: se llama consenso.
Instalados en una sociedad cada vez más egoísta, chillona y, en demasiadas ocasiones, cabezona, muchas personas me han hecho la misma pregunta: ¿Si no querías un gato, por qué estás viviendo con uno? Simple. Desde hace cuatro años, y unos poquitos meses, vivo con una persona (humana). A la sazón mi pareja; y, después de analizarlo bien, lo más importante que hay en mi vida.
Ella quería un gato. Se moría por un gato. Desde hace bastantes meses, algunos sábados por la tarde, íbamos a tiendas de mascotas para ver gatos. Sí, la locura gatuna estaba desatada. Quería un gato. Eso nos ponía en una preciosa -y delicada- situación: ella deseaba vivir con un gato, cuidarlo, mimarlo... a mí no me hacía la mínima ilusión. Ninguna.
Uno de los dos debía ceder. El resumen es así de básico. Su "sí" contra mi "no es no". Todo estuvo enconado varios meses. Nuestros equipos negociadores no llegaban a ningún punto intermedio. No lo había. Se trataba de tener un gato en casa o no tenerlo.
El resultado final, tras tocar la puerta de varios hogares de acogida, es Anitín tirando del cable del ordenador mientras escribo esto. Aclarar la situación, después de todo, llegó a ser sencillo. Había que hacer un ejercicio de empatía, ponerse en lugar del otro y ceder un poco. Eso es la vida. Fácil y sencillo. Pero nos hemos empeñado en poner nuestros cojones sobre los argumentos de los demás. Vivimos como niños antojadizos, caprichosos. Solo se trata de parar cinco minutos y mudarse de piel, averiguar qué piensa el que tenemos delante.
Hemos basado nuestra vida en anteponernos por delante de todo. Nuestro ombligo lo primero. Somos gilipollas. Cuando veo a mi compañera de piso, la humana, jugueteando con Anitín, el gato; sé que ha sido la decisión correcta. Solo había que hablarlo, entenderse. Sencillo.
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Querrás decir Dalí;)
ResponderEliminarBravo por el consenso
Me encanta!!
ResponderEliminarTan Raúl Masa como siempre.
Veo q en lo del nombre tb hay consenso.