Virtudes, defectos y rutinas


(24 / abr / 2015) - Desde hace un mes como mal, duermo poco y trabajo mucho. La ecuación ha cambiado completamente. No hace tanto que comía mucho, trabajaba poco y dormía mal. Todo eso, incluido el resto de rutinas, lo ha cambiado Sabemos.

No me quejo, faltaría más, pero cuando mueven nuestras rutinas al final nos mueven a nosotros. Somos así de simples (y complicados). Buscamos a todas horas escapar de lo convencional, lo que hacemos siempre, ¡la rutina! Pero lo hacemos para buscar otras cosas convencionales, hacer de nuevo lo mismo, ¡una nueva rutina!

El Carpe Diem y sus teorías amigas son geniales. Pero lo son cuando tú las puedes controlar, y esa es la clave de la rutina. Nada sería mejor que poder vivir cada día de una manera diferente, pero controlando el tiempo y el espacio. El problema surge cuando sales a las 10’00h de casa, regresas a las 1,30h del día siguiente, y lo intermedio es una sucesión de cosas que no se pueden controlar. ¡Se perdió la rutina!

Como digo, no me quejo. Simplemente me sorprendo. Lo hago porque ayer por la tarde me enteré de que el equipo de baloncesto al que sigo jugaba un partido decisivo. Pero eso no es lo peor. La tragedia llegaba al saber que había sido eliminado. ¡Y dónde estaba yo para no enterarme de eso!

Tengo citas pendientes, quedadas programadas, un calendario con fechas rotas. ¡Hay que volver a la rutina!, o mejor dicho, a la nueva rutina. Eso incluye este Blog, el baloncesto (en la medida de lo que pueda), el deporte… ¡la rutina!

Somos así de simples. Nos gusta ese llamado “lugar de confort”. El que diga lo contrario miente. Cada uno tiene el suyo, no lo discuto, pero todos necesitamos el nuestro. Esa pequeña atalaya desde la que ver el mundo a nuestros pies. Un espacio donde somos nosotros, donde no hay que sonreír a nadie ni poner buena cara.

Eso puede ser el deporte, ver una serie, una película, escuchar un disco, cocinar… o seguir trabajando. De hecho, creo, que alguien sin “rutina” es alguien sin personalidad. Igual que tenemos vicios, defectos y alguna que otra virtud, debemos tener unos hábitos propios, algo que solo sea nuestro. Ese fetiche personal e intransferible que nos deja vivir tranquilos.

Cada uno que busque el suyo. El mío volverá.

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